Imagen: Trabajo realizado por estudiantes de enseñanza media, para una de nuestras campañas de prevención en Convivencia Escolar |
Este verano ha servido para detenerse y reflexionar a propósito de lo
ocurrido durante el año recién pasado. Y
lo mucho que tiene que ver con la oportunidad que tenemos como educadores
respecto a desarrollar formas de relacionarnos unos con otros.
La necesidad de mirar al otro a los ojos, de ver al otro con el corazón,
qué importante es primero reconocer su humanidad, lo bueno, lo malo, lo gris
reconocerlo como un ser frágil, igual que yo. Que necesita ser acogido,
escuchado y contenido. Es una opción que ayuda a ver más allá de la caricatura
del empresario codicioso o del violentista, al encapuchado o el Carabinero FF.
EE. Todos ellos son mucho más que el rol que le asignamos en la sociedad,
pensar caricaturescamente nos genera el riesgo de condenarlos para siempre. Estamos llamados a no catalogar a la persona
porque es para nosotros invaluable.
Tener respeto por la verdad, no convencernos que tenemos toda la razón
porque la verdad se establece a partir de distintas perspectivas y nuestra
limitación humana nos impide llegar a ella.
Establecer que mi verdad es la que vale implica que otras verdades no
son válidas y en tiempos de conflictos es germen de violencia inusitada.
Ser valiente para tomar decisiones en este sentido, defender a la persona
más allá de nuestras simpatías incluso de mis miradas ideológicas es un deber
del cristiano. Promover el diálogo, la discusión sin descalificaciones que
permita avanzar en la pluralidad de miradas y acercarnos de mejor manera a la
verdad.
Es bueno hacer un llamado a confiar en el otro y en familia escucharnos,
hoy más que nunca se necesita darles tiempo a las conversaciones en la mesa, en
los viajes en auto de tal manera de escucharnos, mirándonos a los ojos para así
reconocernos hermanos y vernos con el corazón.
Marcelo Filippi Marchant
Colegio, 06 de marzo de 2020