Hoy más que
nunca tenemos que tener presente la formación ciudadana para una mejor
convivencia social. Hemos visto como nuestro país se ha unido mayoritariamente
para respaldar los cambios necesarios que cumplan con un mejor desarrollo
social y justo a la vez, protegiendo el derecho de expresión sin mediación de
violencia.
Y es que cuando
se desequilibra la justicia, entonces también la paz. Por lo tanto, surge para
quienes educamos (profesores/as, madres, padres, profesionales en general en el
ámbito escolar) el complejo desafío de no relativizar la paz sólo como un tema
de no ejercer violencia física o verbal. La violencia puede ser simbólica
cuando se instala el clasismo, racismo o cualquier forma que discrimine a las
personas por alguna condición social, de género, creencia religiosa (o
no), etaria o de participación política.
El desafío es
comprender que los derechos de las personas, los derechos humanos, deben ser
educados desde siempre y ser parte fundamental dentro de las políticas
educacionales de un Estado y de la crianza en el hogar; esto, porque es la
única forma de garantizar el ejercicio del respeto y cuidado interpersonal como
forma de hacer prevalecer nuestra especie en un clima de salud mental que
permita un desarrollo social y personal en armonía. Porque sí, hablar de
formación ciudadana es hablar de salud mental; hablar de convivencia escolar es
promover salud mental; formar en resguardo de derechos es hablar de salud
mental.
Una cultura de
buenos tratos que se forma desde una base democrática, excluye la validación de
cualquier forma o expresión de violencia como manifestación válida (material o
simbólica, ninguna es admisible). Por el contrario, una cultura democrática aplica
y gestiona buenos tratos e incluye desde el ejercicio de la tolerancia en los
diálogos, en el afrontamiento pacífico de ideas hasta el ejercicio de un trato
justo para todas las personas sin distinción de clase o condición.
Hoy es
requerimiento de salud mental, que podamos hablar lo que pasa en nuestro país
con nuestros hijos e hijas, desde un enfoque receptivo, que los y las escuche
en cuanto a lo que piensan y sienten, sin invalidar lo diferente sino guiar su
proceso reflexivo desde la empatía hacia ellos/ellas y hacia quienes nos rodean
en la sociedad de la que somos parte, porque es la empatía una de las
habilidades que más nos ha faltado. Países como Dinamarca, educan la empatía
como variable de promoción para una cultura sana en salud mental y de
buenos tratos (si desea saber más puede
ingresar al link https://culturainquieta.com/es/inspiring/item/16000-en-dinamarca-los-ninos-reciben-clases-de-empatia-en-la-escuela.html)
Mayor empatía,
mejor consideración de las necesidades de las demás personas, eso también es
salud mental, porque “la salud mental tiene que ver con la vida diaria de
todos, se refiere a la manera como cada uno se relaciona con las actividades en
general en la comunidad; comprende la manera en que cada uno armoniza sus
deseos, anhelos, habilidades, ideales, sentimientos y valores morales con los
requerimientos para hacer frente a las demandas de la vida. La salud mental
depende de: cómo uno se siente frente a sí mismo, cómo uno se siente frente a
otras personas, y en qué forma uno responde a las demandas de la vida.”
(Carrazana, 2003).
Finalmente,
recordar que la OMS (Organización Mundial de la Salud) define salud mental como
“un estado de completo bienestar físico, mental
y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (Extraído de
Salud Mental: un estado de bienestar, http://origin.who.int/features/factfiles/mental_health/es/ ),
entonces, cuidemos nuestra salud mental
construyendo un país que eduque y forme personas que les importe el sufrimiento
del otro.