La práctica deportiva
sistemática en cualquiera de sus disciplinas, conlleva para quien la efectúa,
una serie de beneficios asociados; dentro de ellos, los que habitualmente
reconocemos son los orientados al bienestar y salud física, fortalecimiento del sistema
cardiovascular, incrementa o mantiene la
densidad ósea, aumenta la fuerza
muscular, previene aparición y
desarrollo de enfermedades crónicas degenerativas, aumenta el bienestar general y
disminuye el estrés mental, entre
otros, lo que convierte al deporte en un
factor determinante para un
estilo de vida saludable.
Ahora bien cuando hablamos
de deporte escolar, no solo nos abocamos
a los beneficios descritos, el campo de acción y posibilidades es mucho más amplio. Podemos hablar que el deporte es en sí una
instancia o espacio, en el que se promueve un claro proceso de socialización. En
su práctica metódica se vivencian
experiencias que permiten a los estudiantes convivir con pares, tanto en el rol
de equipo o adversarios, promoviendo
valores que son fundamentales para una sana convivencia; respeto, tolerancia, solidaridad, empatía,
justicia.
Cuando un estudiante
comprende que aquel compañero con menos habilidades necesita apoyo,
motivación y no recriminaciones, vivencia
lo que es la integración. Cuando una deportista se equivoca, se frustra, pero recibe la mano de uno o
una de su equipo para levantarse y
continuar, comprende la importancia de vivir en comunidad. Cuando luego de un
largo proceso de preparación el resultado obtenido no es el esperado, se
cultiva la capacidad de tolerancia a la frustración y lo importante de la
perseverancia.
Por lo anterior, es
necesario comprender que en el contexto escolar, el deporte es un espacio que se tiene
que abordar de manera planificada y
sistemática, que contribuye a los aspectos formativos, orientados a la
convivencia e incluso a la formación ciudadana. Desde esta mirada se debe
reflexionar en que la evaluación de los
mismos es mucho más amplia que los resultados específicos en cada disciplina,
se debe asumir que el proceso de preparación a la competencia es el momento
propicio para inculcar valores y aprendizajes para la vida. Es más la derrota o
lo que muchos denominan malamente “fracaso deportivo”, a nivel escolar, es una experiencia mucho más formativa que el mismo triunfo.
Muchas veces somos lo
adultos los que nos equivocamos, quizás no de forma intencionada, en enviar
mensajes orientados a la importancia de los resultados a nuestros pequeños deportistas ¿cuantas
veces hemos visto padres ofuscados con árbitros, o mensajes y gritos
descontrolados que no hacen más que exacerbar y dar una connotación
negativa al concepto de rivalidad?.
Así
como es tarea de los entrenadores, profesores, incluso jueces y árbitros
utilizar el deporte como un medio lúdico de socialización, así también es tarea
nuestra como Padres y Madres, de promover en nuestros hijos(as), la práctica deportiva como una instancia de
recreación, diversión, esparcimiento y de aprendizaje social y afectivo.